Seguidamente puedes leer el Pregón de Juan De Orduña:
"Decía Baltasar Gracián que "lo bueno, si breve, dos veces bueno". Pero también decía que "lo malo, si poco, menos malo"...
Pues si así les parece a vuesas mercedes, les contaré las andanzas de un tal caballero andante que, sin ser famoso hidalgo, con un modesto portante, vino en llegarse a esta Villa, donde pensó en redimirse de una vida de tunante...
Sin lanza en astillero, ni adarga antigua, ni rocín flaco, ni galgo corredor, presentóse como era, o parecióle que era: seco y enjuto, trasnochado, lector de libros antiguos, borrachín y soñador. Sería por todo ello que un día vuesas mercedes, viéndole pegarle al vino como él solía, de pitarra o de pipote, sin pensárselo dos veces, le llamasteis El Quijote. Y malo para sus huesos hubiera sido que, habiéndole motejado de tan apropiado modo, no hubiera adoptado el mote. Así que callóse, quedóse quieto y conforme, olvidóse del agravio y dio por bueno el apaño de hacerse un vecino serio, cual si fuera un noble hidalgo.
Fijóse luego el figura (el de la triste figura, quiero decir) en las cosas del lugar recién hallado, del que pronto reparó que el Hoyo de Manzanares que por el gran pintor Velázquez había sido pintado, era un hoyo...¡a 1.001 metros!, por lo que al punto imaginóse que el pueblo, el comendador y hasta el alcalde de tan insólito sitio, habían sido engañados.
Montó en cólera (porque no trajo rocín) y recordando la orden de los caballeros andantes que defendía a las doncellas, amparaba a las viudas y socorría a los huérfanos y a los menesterosos, determinóse a vengarlos, aunque hubiese que inventarse gigantes como molinos desde la misma Tortuga hasta los montes de El Pardo. Antojósele por ello prestarle fino el oído a todo aquél que contare las mentiras y verdades de una Villa que, con el nombre de Hoyo, era alta y profunda, profunda y alta, sin ninguna explicación que a su demencia se acomodara. Porque estos, sí, estos eran los hechos que forjaron la leyenda de los caballeros andantes, que desfacían los menosprecios y padecían las naturales preguntas enmarañadas y las tantas desventuras que se anidan en el alma y causan turbación para el claro entendimiento.
Bien. Echóle luego un vistazo, desde tan alta atalaya, a los usos y costumbres de unos pobladores, digamos que visigodos, que hoy vivían felizmente, contentos con el presente que el Cielo les regalaba. Los duros oficios de pasados siglos y aún de épocas cercanas, habían mudado a modernas profesiones, que permitían el desarrollo, el bienestar y la holganza. Bebés, infantes y niños, por ejemplo, sustituían a los conejos como la autóctona plaga, los jóvenes se ejercitaban en los deportes para luego convertirse en famosos campeones del balón, de la bici, de la raqueta o la espada, y hasta algún sobresaliente corredor hacía de los desiertos una tierra conquistada. Los mayores, como hormigas, aún ponían otra marcha... por esa ruta "del colesterol", que el cuerpo robustecía y el alma tonificaba. Pues a todos contemplaba el enjuto caballero, cuando vislumbró la guinda del benéfico lugar: como torres de Hércules, para trazar en el aire un gran pórtico de entrada, 2 universidades 2 flanqueaban el saber y el ancho conocimiento de esta Villa extraordinaria. Y pensábase si el gran cardenal Cisneros, venido del Más Allá, habría sido el culpable, por tanta sabiduría como en ellas se encerraba. Así que mucho se alegró el figura (el de la triste figura, quiero decir) de los prodigios y descubrimientos que, a cada paso, firme o tambaleante, se tropezaba...
Pasmábase además de que, acabando el verano, la gente de esta Villa y aquellos viajeros que hacían parada y fonda para honrar a la Patrona, siempre anduviesen comiendo. Y más se admiraba, cuanto que comiesen tantos y tan seguidos sus alimentos. Observándoles un día en tan provechoso aprieto, vio cómo devoraban cientos de pinchos morunos y, todavía eructando, por temor a que las Fiestas pudieran transcurrir sin mayor entripamiento, fueron a juntarse en lo que antes de la Era de Nuestro Señor Jesucristo se conocía por tribus, pero ellos, contestando al magisterio de los libros, habían preferido llamar peñas, para hacerlas reconocibles por el color diferente de sus atavíos y sus vestimentas. Bueno, pues en lugar de matarse a palos como las tribus... ¡Se pusieron a zampar con más ahínco todo aquello que hubiera dejado de moverse, pudiera cocinarse, tuviera algún aroma o se pudiera dar cuenta!: migas y chorizos, pancetas y pollos, sardinas, gallinas, asados, huevos fritos, calderetas,... ¡Cuánto atracón! ¡Cuánta avidez y apetencia! ¡Cuánta priesa por dejar la mesa tiesa!, decíase el figura (el de la triste figura, quiero decir) para sus adentros. Y sentenciaba después, para sus afueras: "¡Quedará escrito en los libros que las gentes que nacieren o vinieren a esta Villa por los siglos de los siglos, no conocerán el hambre, siempre que lo hagan por Fiestas!". Y para no variar, atormentábase con la nueva duda de si algún escribano lo escribiría con más caligrafía que calentura.
En fin, como a todos los hombres y las mujeres que Dios ha creado desde un tiempo más antiguo que el del primer Faraón, pasóle el suyo depriesa. El figura (el de la triste figura, quiero decir), que había tornado al poco su comportamiento loco por los cinco lustros que habitó en la Villa, como le acontece a todos los caballeros andantes que en el mundo han sido y en el mundo son, no le sanaría de su chaladura ni la vida perezosa que ahora se llama jubilación.
Tanto es de cierto, que creyéndose el auténtico e Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, como final testimonio de su total desvarío, al loco caballero andante, escuchósele decir en este adecuado instante: "De esta orden de caballeros andantes soy yo, vecinos de la Villa de Hoyo de Manzanares, de la que ya tuvieron conocimiento por la honra de sus pobladores desde Carpetania, su caza y su trashumancia otros siglos que pasaron, a cuyos hospitalarios habitantes agradezco el gasaje y buen acogimiento que hicieron de mí en el año 90 del siglo XX, cuando fui llegado de la Villa y Corte sin lanza en astillero, ni adarga antigua, ni rocín flaco, ni galgo corredor... ¡Y, además, sin escudero! Que aunque por ley natural están todos obligados a favorecer a los caballeros andantes, sin embargo, por saber que vuesas mercedes no conocían esa obligación, por haberme acogido, respetado y regalado, a fe que debo de agradecerlo."
Hízose viejo el Quijote, marchóse y, acaso, luego murió. Pero siempre tuvo a vuesas mercedes, hijos y vecinos de esta Villa de Hoyo de Manzanares, en la hondura de su alma y a la altura de la más larga aventura que, a vuestro lado, vivió.
P.D. Solo añadiré que cualquier parecido con la realidad podría haber sido una fatal coincidencia.
¡Felices Fiestas!"
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