Ayer Roberto Baker celebró su última misa en la ermita como párroco de la Iglesia de Hoyo de Manzanares antes de su marcha a la Iglesia de San Jenaro en Madrid. Fue precisamente hace dos años, el 9 de septiembre de 2016, cuando llegó a Hoyo.
En su despedida dedicó la siguiente carta a sus feligreses:
“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el Pueblo.”
Así dice un fragmento del Salmo 115, que hoy quiero hacer mío para mostraros mi gran gratitud por estos dos años que he pasado en este pueblo de Hoyo de Manzanares.
Cómo sabéis, llegué a este buen pueblo, después de unos de esos golpes que marcan el alma de una persona, y suelen hacer mella en ella, por regla general, en sentido negativo. Pero ahora puedo decir con el Salmista: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”; y así ha sido, todo ese bien, que me ha hecho volver a llenarme de Él, ha volver a enamorarme como la primera vez, a renovar la entrega ilusionada y llena de su amor por todos los hombres. Y eso ha sido gracias a todos y cada uno de vosotros, los que formáis esta gran parroquia de Hoyo.
Llegué por primera vez un 9 de septiembre de hace dos años en la celebración del 50 aniversario de la bendición y entronización en su ermita de Nuestra Madre del Rosario, titular de esta parroquia. Y por eso decidí que me despediría bajo el manto de la que ha marcado de manera especial toda mi vida sacerdotal, Nuestra Madre del Cielo.
Hace pocos días, celebrábamos, la fiesta de la Madre Teresa de Calcuta que decía: “Da siempre lo mejor de ti, y lo mejor vendrá”. Estas palabras de la Santa Madre Teresa, son el resumen de lo que vosotros, como comunidad, habéis sido para mí en estos dos años, habéis dado lo mejor de cada uno de vosotros, hacia este indigno sacerdote y ha hecho que me vuelva a dar cuenta de que: “no podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con gran amor”, como también decía la Santa Madre Teresa. Esto es lo que he intentado hacer, no grandes cosas, sino tan solo hacer pequeñas cosas, pues no me encontraba en plena forma, como bien sabéis y algunos habéis experimentado en estos dos años.
Por ello quiero hacer mía ahora las palabras del Beato Álvaro del Portillo, que marcaron toda su vida terrena: “Gracias, Perdón y Ayúdame más”; con estas palabras resumía el Beato Álvaro del Portillo su vida. Yo hoy junto con él quiero dar las Gracias: Gracias a todos y cada uno de los que formáis este precioso Pueblo, pero sobre todo gracias por vuestra comprensión y cariño, que me ha hecho volver a ilusionarme por seguir a Cristo, que como dice el Salmo que mencionaba en un principio: Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el Pueblo, que es la celebración diaria de la Eucaristía con vosotros, me ha hecho volver a centrar mi vida en lo único importante, Cristo, que nos congrega y reúne cada día entorno a su cáliz de salvación para redimirnos y transformarnos en otros cristos que entreguen su vida como Él en amor y generosidad por sus hermanos los hombres. Esto me ha ido dando fuerzas para como dice el salmo: Cumplir al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo, es decir, darme cuenta de que vosotros sois la fuerza y el sentido del Sacerdocio y de la entrega de todo Sacerdote. Por todo esto vuelvo a deciros Gracias.
En segundo lugar, Perdón: de verdad y de corazón, en primer lugar a Dios, porque muchas veces no he sabido entregarme más, por no saber ni lograr unificar la parroquia y sus grupos, por no saber ver su rostro en muchas circunstancias. En segundo lugar pediros perdón a todos por esas veces que no he sabido conduciros a lo único importante que es Cristo, a todos aquellos que no e sabido hacerme uno con ellos en su dolor, en sus sufrimientos o en su vida, que no he sabido atender como se merecían, o he sido piedra de tropiezo en vez de acercamiento a Dios. Perdón por mis fallos que han sido muchos, por mis incomprensiones o por mis cambios bruscos de humor. Por todo lo que no he sabido llevar el aliento de Amor de Dios, sino a mi propio egoísmo e incomprensiones.
Y en tercer lugar, pedirle al Señor en su eterna y generosa Misericordia, que me ayude cada día más a saber entregar mi vida inútil, cada día más a su amor eterno para hacer realidad en mí lo que escuchábamos el jueves en la lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (1Co 3, 18-23): “Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «El caza a los sabios en su astucia.» Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos». Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios.”
Que nuestra Madre la Virgen, nos ayude a Seguir a Cristo como ella, así se lo pido de Corazón a Ella, que nos lleve a todos a lo único y verdaderamente importante en nuestras vidas que es Cristo. Bajo su maternal manto vuelvo hoy a poner mi ministerio sacerdotal, y a todos y cada uno de los hijos de este noble pueblo de Hoyo de Manzanares. Que ella sea el centro de vuestras vidas, que ella sea el amor de vuestra vida, porque teniéndola de centro y amor, estamos poniendo a Cristo en medio de todo lo que hacemos.
Que ella nos ayude y proteja a todos en esta nueva etapa de nuestra vida, así se lo pido y no os olvidéis de seguir rezando por este siervo inútil, para que ella me guie y me lleve siempre de su mano amorosa hacia Cristo, y nada más que hacia Cristo. Que Dios y su Santísima Madre os bendiga y os guarde siempre. Os llevo en mi corazón a todos.
Roberto
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