Los carnavales terminaban todos los años (menos este, que se han suspendido) con el entierro de la sardina. El año pasado el acto se adelantó al domingo, un día muy soleado, sin pandemia y que permitía estar todos juntos, manteniendo una tradicional fiesta popular que se recuperó en los años noventa del siglo pasado. La Cofradía de los Monjes y Plañideras recorrieron el pueblo con la sardina hasta proceder a su incineración en el Parque Alcántara. Enrique Mollá actuó de maestro de ceremonia y Hugo Arenas se encargó de hacer la sardina. En años anteriores en la tarde del miércoles de ceniza se hacía este entierro con velatorio incluido que ponía fin a los días de carnaval y daba paso a los días de la cuaresma.
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